La Inteligencia Emocional nos dota de capacidades que nos permiten vivir bien a pesar de las adversidades, y por el contrario la falta de la misma puede arruinar nuestra vida. Nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones que soportamos en el trabajo, acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo y adoptar una actitud empática y social, que nos brindará mayores posibilidades de desarrollo personal. El desarrollo de ciertas habilidades como el autocontrol, el entusiasmo, la perseverancia y la capacidad de motivación a uno mismo, puede ser fomentada y fortalecida en cualquier persona.
La dicotomía entre lo emocional y lo racional se asemeja a la distinción popular existente entre el “corazón” y la “cabeza”. Aprender a buscar un punto de encuentro entre ambos que nos permita vivir en plenitud es lo que busca la inteligencia emocional. Para ello podemos empezar por:
1 – Conocimiento de las propias emociones: saber cuál es nuestra naturaleza, que viene impreso en nuestro ser antes de que nos “educaran y censuraran comportamientos instintivos”.
2- Controlar las emociones: conocer nuestras emociones para saber cuáles son positivas y cuáles negativas. Saber tranquilizarse a uno mismo nos permitirá vivir mejor.
3 – Capacidad de motivarse a uno mismo: la motivación positiva, ligada a sentimientos tales como el entusiasmo, la perseverancia y la confianza mejoran el rendimiento y nos conducen al éxito.
4 – Reconocimiento de las emociones ajenas: la empatía. La conciencia de uno mismo es la facultad sobre la que se erige la empatía, puesto que, cuanto más abiertos nos hallemos a nuestras propias emociones, mayor será nuestra destreza en la comprensión de los sentimientos de los demás.
5 – Control de las relaciones: el arte de las relaciones se basa en buena medida, en la habilidad para relacionarnos adecuadamente con las emociones ajenas.
El teatro nos permite conocer nuestras emociones, las emociones del resto del equipo, las emociones de los personajes que vayamos a representar; trabajamos “jugando”, con disfrute, con un objetivo concreto en el cuál el éxito depende de cuán entusiasmo, ilusión, trabajo, perseverancia, confianza en uno mismo y en los compañeros haya depositado; no podemos representar a un personaje, por ajeno que sea a nosotros mismos, sin haber previamente empatizado con él; cuánto más sensación de equipo tenga, mayor será el éxito que coseche; el EGO desaparece para desarrollar una sinergia grupal en la que cuánto más integrado me encuentre mejores resultados se obtienen. Desarrollar la Inteligencia Emocional a través del Teatro y la formación actoral que requiere esta actividad, es una forma Emocionalmente Inteligente de Crecer con entusiasmo y éxito. Y cómo únicos requisitos para ser un gran actor: ilusión, implicación, compromiso, perseverancia y trabajo. El resto es ponerse en buenas manos y disfrutar.